SALVESE QUIEN PUEDA

Encima del paredón

de la avenida central

no queda ni un corazón

con flechas y tu inicial,

solo hay lugar para la gráfica

salvajemente trágica

de signos tipo esvástica

y mensajes donde solo leo:

Sálvese quien pueda, sálvese.

Y si tu ojo esquivo

lo que no quiere mirar

nunca pretendas que yo

mire para otro lugar,

veo a los amos de esta casa

con las manos en la masa,

las jeringas en la plaza

y un pastor que cuando pasa dice:

Sálvese quien pueda, sálvese.

Cuatro tiros por un peso

y el destino ya dirá

si te toca ser muñeco

o el gatillo oficial del juego.

Sálvese quien pueda, sálvese.

Un tipo fuerte y mayor

al pie de la terminal

me vende chicle y turrón

mientras muy cerca de acá

las telarañas de las maquinas

dormidas en las fabricas

se riegan con las lágrimas

del vendedor que ahora canta:

Sálvese quien pueda, sálvese.

Y si tu boca gritó lo que le hicieron gritar

nunca pretendas que yo en tu coro quiera cantar,

yo digo que es mejor el sueño

más sencillo, más pequeño

que esta moda de ser dueño

de la nada, siempre repitiendo:

Sálvese quien pueda, sálvese.